domingo, 17 de enero de 2021

La matemática del amor

Estaba meditando acerca del amor. La razón venía por una discusión que tuve con mi hija. Y tal era mi pasión en ello, que le daba vueltas al asunto como lo he hecho otras veces con otros temas, sólo que esta vez resultó en una idea muy particular.
Es bastante frecuente que mis pensamientos sean en imágenes, empezando por una visión más bien simbólica y luego otras más concretas hasta que éstas se desarman en un gran hilo de lógica del lenguaje y juego de conceptos. 

Así fue como sucedió cuando se me presentó la "fórmula de emparejamiento" o bien podría llamarse la "ecuación del amor". En el medio de la ecuación está el signo "igual", el emparejador. Las partes a ambos lados de este signo buscan la simetría para lograr el equilibrio, aunque luego descubrimos que el equilibrio nunca llega a la simetría en un mundo de seres tan inconscientes de sí mismos. Estos polos en el emparejamiento representan a las dos personas en un vínculo amoroso. 

Cada persona busca en su pareja su propio reflejo, la simetría de aquello que llama "mi propio reconocimiento del amor". Es decir, hay quienes buscan "besos", otros buscan "diálogo, otros "regalo", otros "compañía en las tareas"...

El amor es, en esta interpretación, una llave única que busca su gemela. Una clave a ser decodificada por la pareja, para obtener por siempre un acceso privilegiado al corazón del otro.

Amor es en muchas formas siempre un puente, un magnético y magnífico conector de mundos originales. En el fin práctico, es un acto concreto que anhelamos, una presencia carnal que probaría que existe una Consciencia Cósmica y que ésta nos escucha.

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