domingo, 8 de enero de 2017

Será el aire o el agua?...

Es época de vacaciones en esta parte del mundo. El calor se empieza a sentir en Chile, en especial en un Santiago en llamas. Unos, los argentinos de entre 20 y 50 años cruzan en cuatro ruedas con voracidad compradora, mientras otros, los chilenos, huyen al bello sur en busca de verde y oxígeno. A su vez, del otro lado de la cordillera  el calor es abrazador. En el país del horno, el verano porteño es tal vez el peor. En el seco Santiago los ánimos se aplacan con un poco de alcohol y festejos. En el húmedo y espeso aire de Buenos Aires las tormentas son las del fin del mundo, los mosquitos están hambrientos, y el ánimo de las personas está que hierve...
Como toda nacida en la bizarra Argentina, guardo siempre un pedacito de esperanza y compasión por los que allí habitan y allí aman, pero la esperanza es la reina en un mundo ajeno y desconocido, no es parte del lenguaje en estas tierras.
Estos días sigo viendo el avance de un crudo y desgarrador proceso de autodestrucción que se percibe sin mucho esfuerzo. Un proceso que avanza en toda la humanidad pero a ritmos diferentes dependiendo de la concentración humana y la fortaleza de sus vínculos.
Sé que este mundo está caldeado y probablemente vaya a peor en los próximos tiempos, es razonable que nuestro temperamento nos lleve a un comportamiento impulsivo mientras más y más nos cocinemos. .. Es la razón que me lleva a esta reflexión, a darles una pequeña muestra de lo que se respira por esta parte del mundo, y en particular en la aglomeración humana producida por la codicia y el desplazamiento. La tumba se cava cuando los sueldos no aumentan al ritmo de la inflación, el materialismo y el vacío valorico carcomen las almas tirando leña a un fuego que se ha vuelto descontrolado, empujando a un desesperante individualismo por la supervivencia y desintegrando con continuas peleas lo que queda de la familia y relaciones que nos contienen.
La carencia de significado, de proyección en la vida, producida por la frustración prolongada y el descreimiento, nos hace más parecidos a un animal herido y desorientado. Sin la particularidad del hogar y  sin grupo de pertenencia el primitivismo de la masa sólo empeora sus peores razgos, las formas de delincuencia se vuelven exponenciales, los observadores pierden interés y la paciencia necesaria para encontrar la belleza original, el temor aumenta. Las migraciones se gestan una detrás de otra desde los lugares más remotos hasta los más cercanos y el problema sólo puede empeorar en ausencia de compasión, respeto y tolerancia, los que sólo existen en terrenos donde han sido sembrados y cultivados con reverencia.
Al fin al menos hay algo que la terrible situación nos obliga a reconocer: somos inevitablemente parte del todo, del medioambiente que nos incluye y hemos configurado a nuestro estilo artificialoide. No hay forma de abstraerse, no sirve de nada huir porque el impacto esta alcanzando el límite de nuestra existencia en este mundo. Será esta crisis una oportunidad?...

1 comentario:

  1. Suele decirse que "el humano es animal de costumbre" o se habla acerca de la capacidad de adaptación del ser humano.
    Creo que eso mismo, sumado a la flojera mental y la mediocridad, es lo que hace que nos vayamos acostumbrando y adaptando a vivir en situaciones más caóticas, insanas y destructivas.
    Toda crisis es una oportunidad, pero mientras sigamos siendo egoístas será una oportunidad individual, con una mirada de miope. Es así que, a mi entender, cada crisis nos sumerge en una crisis peor... hasta que realmente trabajemos en conjunto (si alguna vez ocurre).

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